Este flan de queso y leche condensada es uno de los más ricos que he hecho hasta ahora.

Tiene la mezcla perfecta de queso y leche condensada para que salga cremoso y con cuerpo, y en casa, mi padre que es el catador oficial de flanes del mundo, le ha dado un 10 así que muy malo no debe estar.

Ingredientes:

Para el caramelo:

  • 80 g de azúcar granulada
  • 15 ml de agua

Para el flan:

  • 400 ml de leche (2 tazas)
  • 100 ml de nata líquida
  • 40 g de queso Grana Padano rallado
  • 400 g de leche condensada (1 lata pequeña)
  • 4 huevos
  • 200 g de queso mascarpone

Preparación

Lo primero que haremos será el caramelo que irá en la base del molde. Para ello calentamos en un cazo el azúcar con el agua. No debemos remover con ningún utensilio, aunque podemos mover el cazo por el mango girando para que el azúcar se caliente en su totalidad. Estará listo cuando tenga un tono dorado.

Volcamos el caramelo sobre el molde y reservamos.

Precalentamos el horno a 200ºC.

Rallamos el queso y lo ponemos a calentar co la nata líquida hsta que el queso se disuelva y no queden grumos. Reservamos.

En un bol ponemos el queso mascarpone. Movemos con una cuchara hasta conseguir una textura suave y cremosa. Añadimos la nata con el queso y la leche condensada y movemos hasta que todo quede bien integrado sin grumos (podéis usar unas varillas manuales). Añadimos la leche y volvemos a mezclar.

En oro bol batimos los huevos y los añadimos a la mezcla de leche. Cuando todo esté bien integrado, volcamos la mezcla sobre el molde co caramelo colándolo con ayuda de un colador grande.

Ponemos el molde en una bandeja de horno y lo rellenamos con agua hasta cubrir 3/4 partes de la altura del molde. Así tendremos un baño maría para cocer el flan.

Cubrimos con papel aluminio el molde y horneamos a 200ºC durante una hora y 20 minutos. En ese momento hay que pincharlo para ver si ya se ha cuajado completamente. Si no lo ha hecho iremos comprobando cada 5 minutos hasta que al pincharlo con un palillo, este salga limpio. 

Dejamos enfriar sobre una rejilla y luego nos lo llevamos toda la noche a la nevera.

Al día siguiente, desmoldamos pasando un cuchillo por las paredes del flan y girando cuidadosamente. Damos la vuelta con ayuda de un plato grande y servimos.

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